
Un joven al que quisieron secuestrar arriba de un colectivo; los cortes de ruta del campo y la palabra del gobierno como dos caras de la misma moneda; los goles de la fecha; la guerra de vedettes; los precios por el ascensor; el culo de Wanda Nara y el nuevo disco de Andrés Calamaro.
“La Realidad” se sucede de manera vertiginosa y caótica. La tele golpea bajo, tira imágenes que conmueven, generan tristeza y lágrimas, cuerpos flacos, violencia, muerte, sangre y más sangre; y pasa, sin anestesia, a lo chabacano. Sin pedidos de disculpas, pasa de lo esencial a lo trivial, transformando lo importante en superfluo y viceversa.
El conductor del noticiero de las 8 me mira fijo a la cara. Me cuenta que la realidad es eso que pasa entre rayos catódicos y pantalla; esa realidad mágica que aparece cada vez que presiono el control remoto.
De chico quisieron convencerme de que la realidad depende de Dios. Pero creo que Dios se cansó de ser el titiritero que maneja los hilos de esta marioneta y cedió los derechos de manejar la realidad a los muchachos de la pantalla chica.
De Dios hace rato me declaré ateo. ¿Cómo hago ahora para declararme agnóstico de Clarín y sus secuaces?. ¿Cómo logro salir del caos planteado por las noticias del absurdo?. ¿Cómo decirles que la realidad es otra, que el mundo no se cocina en sus redacciones, que la vida dobla en otra esquina?.
¿Cómo no creer que hablar de ellos es darle una victoria?.
¿Cómo no creer que el solo hecho de mencionar su nombre es ceder ante “su realidad" que me nombra?.
“La Realidad” se sucede de manera vertiginosa y caótica. La tele golpea bajo, tira imágenes que conmueven, generan tristeza y lágrimas, cuerpos flacos, violencia, muerte, sangre y más sangre; y pasa, sin anestesia, a lo chabacano. Sin pedidos de disculpas, pasa de lo esencial a lo trivial, transformando lo importante en superfluo y viceversa.
El conductor del noticiero de las 8 me mira fijo a la cara. Me cuenta que la realidad es eso que pasa entre rayos catódicos y pantalla; esa realidad mágica que aparece cada vez que presiono el control remoto.
De chico quisieron convencerme de que la realidad depende de Dios. Pero creo que Dios se cansó de ser el titiritero que maneja los hilos de esta marioneta y cedió los derechos de manejar la realidad a los muchachos de la pantalla chica.
De Dios hace rato me declaré ateo. ¿Cómo hago ahora para declararme agnóstico de Clarín y sus secuaces?. ¿Cómo logro salir del caos planteado por las noticias del absurdo?. ¿Cómo decirles que la realidad es otra, que el mundo no se cocina en sus redacciones, que la vida dobla en otra esquina?.
¿Cómo no creer que hablar de ellos es darle una victoria?.
¿Cómo no creer que el solo hecho de mencionar su nombre es ceder ante “su realidad" que me nombra?.