lunes, 15 de septiembre de 2008

Posmo qué?

Hace unos días vengo dandole vueltas a la idea de la posmodernidad, exactamente desde el momento en que me dijeron que la posmodernidad estaba en el medio de la calecita de la plaza del pueblo pacato en el que vivo.
Pero más que la idea de posmodernidad, lo que me ha dejado pensando en estos tiempos es reconocerme a mi mismo como un sujeto posmoderno. Yo que siempre admiré y me esmeré para tener todas las cualidades de un intelectual de la modernidad (entendida como la etapa que va desde la revolución francesa a la caída del muro de Berlín), de golpe y porrazo me encontré con que me asemejo más a un posmodernista. Esto es, en criollo puro y llano, tocar de oído en la mayoría de las cosas pero presumir de conocedor en profundidad, admirar elementos de la alta cultura pero regocijarse con cosas pertenecientes a lo más chabacano del arte pop, con una postura snob y hablando al paso y sin masticar de Perón, Foucault, Miranda, Tinelli, el fútbol, la televisión, Nazarena Velez, el Cuarteto de Nos, Cucurto, García Márquez, la Educación, Galeano, Capusotto, un par de tetas, los blogs... y todo, todo, sin sonrojarme.
Y saben qué?, me gusta.

martes, 9 de septiembre de 2008

El futuro ya pasó

¿Llegaremos a esto?

¿O ya llegamos?.

Lo bueno es no preguntarselo tanto; cualquier duda, consulte a su ayuda de escritorio.

martes, 5 de agosto de 2008

Mambrú, adalid del antiperonismo


Trillada, supertrillada, la frase de John Lennon siempre vuelve: “la vida es eso que pasa mientras uno está ocupado en otras cosas”. Pero John Lennon murió a mano (o a rifle, mejor dicho) de un loco y yo, en lugar de salir a salvar pingüinos empetrolados (que nada tienen que ver con los que están en la casa Rosada después del voto de Cobos), alimentar chicos en África o subirme a un bote para impedir que un barco japonés mate ballenas (siempre en las noticias este tipo de barcos son japoneses y yo no tengo por qué dudar de la santa madre televisión), me siento escribir algunas líneas.
No me parecen mal estas mega-causas para salvar al mundo, al ser humano y a los animales, pero como dice Homero Simpson, “sólo soy un hombre”. Yo creo que lo único que le puedo aportar al mundo es una visión lúcida sobre cómo la ideología gorila imperante en algunos mensajes que se divulgan como mero sentido común han afectado enormemente a nuestra sociedad.
“¿No te propones nada, culeau?”, dirá algún cordobés que se cuela por estas líneas entre fernet y fernet un miércoles a las 3 de la tarde en la docta, poniendo en duda las posibilidades de lograr dicha empresa y acusando de soberbio al autor de este post.
Pero usted, estimado hiperlector (o ciberlector, como prefiera llamarse) verá que mi pretensión es mucho más llana y simple que las que se arrogan muchos de nuestros contemporáneos. Describirlas sería tema para otro post, pero alcanza con poner como ejemplo el Centro de Estudiantes de la Facultad donde estudié, que se proponía en sus plataformas electorales cambiar las relaciones de producción en la economía global, al tiempo que era totalmente ineficaz para hacer funcionar como Dios manda la fotocopiadora (Tercer mandamiento de la Santa Biblia: harás funcionar bien la fotocopiadora de la facultad).
Volviendo a lo que nos convoca, cabe recordar que hace algunas semanas vimos que la farolera fue una de las artífices de los golpes de Estado en nuestro país.

Hoy, nos vamos a meter con otra canción supuestamente infantil. Se trata de Mambrú.
Se preguntará usted qué tiene que ver Mambrú con el derrocamiento de Perón y yo le digo que mucho, más de lo que imagina.

Ésta es una canción donde la oligarquía de nuestro país, ligada a intereses espurios, puso todo su arsenal para llevar mensajes subliminales a nuestra sociedad y así encontrar facilidades para derrocar al peronismo allá por la década del 50.

Veamos estrofa por estrofa y corroboremos lo dicho:

Mambrú se fue a la guerra.

¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!

Mambrú se fue a la guerra,

no sé cuándo vendrá.

En realidad, Mambrú no se fue a ninguna guerra. Mambrú viajó al extranjero para conseguir financiamiento para derribar al General, con pasaporte falso y muy buenos contactos.

¿Vendrá para la Pascua?

¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!

¿Vendrá para la Pascua

o por la Trinidad?

En esta estrofa, queda al descubierto la conexión eclesiástica en el frente que se armó para el derrocamiento del líder natural de los argentinos. Es más, hay quienes afirman que entre los financistas que Mambrú fue a buscar al extranjero, había hombres ligados al clero, pero este dato aún no ha podido ser confirmado.

Por allí viene un paje,

¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!

Por allí viene un paje.

¿Qué noticias traerá?

Aquí aparece otro de los factores de poder que conspiraron contra nuestro General: la prensa. Si señores, ese paje es en realidad la metáfora viva del golpismo representado por los medios de comunicación, a los que el Gran Padre Eterno les limitó sus negocios mediante el control del papel de los diarios por medio de Papel Prensa.

Mambrú ha muerto en guerra.

¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!

Mambrú ha muerto en guerra,y yo le fui a enterrar.
Ah, ah, ah, ah, ah, ah!

¡Y yo le fui a enterrar!

Con cuatro oficiales.

¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!

Con cuatro oficialesy un cura sacristán.

Mambrú no ha muerto ni un carajo. Mambrú entró al país como clandestino y se subió a un avión para bombardear la plaza, obligando al General a dejar su puesto como presidente y así, buscar la pacificación de la Nación. El detalle de los cuatro oficiales y el cura Sacristán no merece comentarios, es bastante transparente.

Encima de la tumba,¡qué dolor, qué dolor, qué pena!Encima de la tumbalos pajaritos van,¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!Los pajaritos van,cantando el pío, pío,¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!Cantando el pío, píoel pío, pío, pa.

Cuatro pajaritos. Cuánta ternura!. En realidad los cuatro pajaritos son los que fueron a pagar a Mambrú por los favores prestados (y a instalarle una parrillada en Madrid para que viva tranquilo y no despierte la perdiz volviendo a Argentina) y el canto (pío, pío, pa) es en realidad la síntesis de la algarabía y el reflejo de los intereses de clase de la derecha argentina, que sin Perón en el gobierno recupera sus privilegios históricos.

Por ende, pido que Mambrú sea declarado traidor a la patria.

lunes, 28 de julio de 2008

Una excursión por Babia



Disfrutaba del ocio de la tarde sin sentimiento de culpa. Mucho por hacer y pocas ganas. La dicotomía diaria, el Boca-River cotidiano, el dilema: “¿leer por leer o hacer el tiempo productivo?”.


Lo primero es lo primero, dije, y agarré La Voluntad de Caparrós. Mo-nu-men-tal, tremendo libro. Caparrós es ese muchacho de bigotes algo locos, similares a los de Luis Almirante Brown, uno de los personajes de Capusotto (Eliseo dixit).


Leía a Caparrós, decía, cuando el ring-ring insoportable del timbre me sacó de un cuento de militares, guerrilleros y otras yerbas. Parsimonioso, acudí al llamado. Antes de llegar a la puerta, el ring-ring estalló otra vez.


“Abra, sabemos que está ahí. Somos la policía del pensamiento”, sonó la voz al otro lado. “La puta que lo parió, este Orwell otra vez se aspiró un par de ácidos y está delirando por el barrio”, pensé sin abrir la boca.

Apenas pasó un segundo de escaso silencio.
—¡Abra, sabemos que está ahí!. ¿Se olvida que somos la policía del pensamiento?
—Perdón oficial, ¿en qué puedo ayudar? –balbuceé mientras abría la puerta.
—¿Usted es loquito o se hace?. ¿En qué mierda piensa?. ¿Tiene estiércol en la cabeza?. ¿Qué es eso de leer a Caparrós?. ¿Me puede decir en qué pensaba?.
—Pensaba en un bigote largo, jaja.
—¿Es gracioso?
—Pasa que estoy mirando mucho Capusotto y me está quemando el cerebro.
—Pero Capusotto está haciendo plata. Mide como 7 puntos de raiting y usted, en cambio, no mide nada.
—¿Cómo no?, yo mido un metro ochenta y siete.
—Uno ochenta y seis con tacos, diría yo.
—Como sea, pero algo mido.

“Señor, señor. Son 14 pesos con cuarenta centavos. Le agradezco si tiene monedas, vio que no hay muchas y ya nadie trae sencillo”, me dice con una voz filosa la cajera.

Heroína pasajera, no sabe ella que acaba de rescatarme de un peligroso interrogatorio policial. No sabe que acaba de sacarme de Babia, que no es una ciudad alemana como algún trasnochado podría pensar, sino un hermoso lugar a mitad de camino entre la distracción y mi (in) capacidad de pensamiento.

Y sí, las colas de supermercado dan para estas cosas

viernes, 25 de julio de 2008

Juicio y castigo a la farolera

La farolera tropezó
y en la calle se cayó
y al pasar por un cuartel
se enemoró de un coronel.
La farolera, un canto bello según algunos; melodías de anacrónicas nostalgias para otros. Pero señores, llegó la hora de derribar los mitos de la infancia. La infancia es una edad de mierda donde todos nos agarran de boludos y nos conforman con un chupetín o una mentira piadosa.
Ya hubiese deseado yo que alguien me dijera la verdad de la milanesa, que me preparara de manera cruenta para la verdades del mundo adulto, en lugar de hacerme creer que el ratón Pérez se llevaba mis dientes caídos o que el niño Dios -¡el niño Dios!- me traía regalos todos los de diciembre. La verdad, por dura que parezca, es que el ratón Pérez conmigo siempre se pasó de ratón y se llevó mis dientes de leche para hacer quesos y exportarlos a Disneylandia, pero nunca me dejó un centavo. Lo que se dice un expropiador de plusvalía llevado al paroxismo.
Ya hubiese deseado que alguien me dijera que la farolera nunca tropezó, que en realidad simuló caerse frente a un coronel porque era una turrita trepadora que deseaba el ascenso social de manera simple y sin esfuerzos -y todos sabemos que, en otros tiempos, los coroneles garantizaban eso y mucho más.
Pero no. Es preferible seguir la corriente y decir que la farolera era una distraída muchacha que luego de un tropezón -¡oh sorpresa!- se encontró con el uniformado y pasaron por la iglesia para consumar el acto, que luego seguramente terminaría en una noche de descorche y desconche pero, eso sí, avalado por la teoría preconciliar de los manya ostia y sus acólitos chupacirios. Es decir, una turrita trepadora pero garchando sobre la pureza de la sábana blanca del matrimonio y con el rosario en la mano para pedir perdón por los pecados si las intenciones del coronel iban más allá de lo permitido por la moral y las buenas costumbres.
Es más fácil seguir reproduciendo esa versión, que preguntarse por qué no se tropezó delante de un montonero, un obrero fabril con conciencia de clase o un changarín de los cañaverales de azúcar de Tucumán.
¿Que reacción hubiese tenido la derecha de cabotaje si la versión de la canción infantil diría "la farolera tropezó con una bomba molotov, un monto la mató luchando por la liberación"?.
¿Se imaginan la reacción?. ¿Se imaginan a La Nación y Radio 10 pidiendo la cabeza del creador de la canción por subersivo, apatrida y engranaje ideológico del comunismo internacional con sede en Moscú (cuando Moscú era algo más que un lindo circo y un par de multimillonarios que compran clubes de fútbol)?.
¿Se lo imaginan?.
No dudaría ni un minuto en afirmar que la farolera es una de las principales artífices y mentoras tanto de los golpes de Estado pergeñados como de los intentos de subvertir el orden constitucional y repúblicano en nuestro país.
En la opinión pública, se ha evaluado casi todo; la responsabilidad militar, la complicidad del sector político y de la sociedad frente a las dictaduras, el rol de los medios de comunicación en esas épocas oscuras. En democracia, se indultó y se puso punto final, se derogó y se volvió a juzgar muchos años después.
Pasó eso y mucho más, pero lo que nadie, pero nadie hizo fue acusar a la farolera como lo que fue: la referencia más prominente de la oligarquía y el gorilismo en nuestro país, una de las operaciones ideológicas más efectivas de la derecha sobre la cabeza de nuestros niños.
Por eso, inundemos el país con carteles pidiendo juicio y castigo para la farolera. Nunca más para esa promiscua que no tuvo problemas en tropezar para dejar traslucir el túnel de sus piernas debajo de su pollera levantada, pero que fue más astuta para esquivar toda acusación sobre su golpismo. Nunca más, señores y señoras, reproduzcamos esa melodía, porque de lo contrario, cuando crezcan nuestros chicos votarán a los Macri y López Murphy del futuro.

viernes, 4 de julio de 2008

La nada...

Hoy no estoy para nadie...
menos para mí.

jueves, 29 de mayo de 2008

Noticias del absurdo


Un joven al que quisieron secuestrar arriba de un colectivo; los cortes de ruta del campo y la palabra del gobierno como dos caras de la misma moneda; los goles de la fecha; la guerra de vedettes; los precios por el ascensor; el culo de Wanda Nara y el nuevo disco de Andrés Calamaro.
“La Realidad” se sucede de manera vertiginosa y caótica. La tele golpea bajo, tira imágenes que conmueven, generan tristeza y lágrimas, cuerpos flacos, violencia, muerte, sangre y más sangre; y pasa, sin anestesia, a lo chabacano. Sin pedidos de disculpas, pasa de lo esencial a lo trivial, transformando lo importante en superfluo y viceversa.
El conductor del noticiero de las 8 me mira fijo a la cara. Me cuenta que la realidad es eso que pasa entre rayos catódicos y pantalla; esa realidad mágica que aparece cada vez que presiono el control remoto.
De chico quisieron convencerme de que la realidad depende de Dios. Pero creo que Dios se cansó de ser el titiritero que maneja los hilos de esta marioneta y cedió los derechos de manejar la realidad a los muchachos de la pantalla chica.
De Dios hace rato me declaré ateo. ¿Cómo hago ahora para declararme agnóstico de Clarín y sus secuaces?. ¿Cómo logro salir del caos planteado por las noticias del absurdo?. ¿Cómo decirles que la realidad es otra, que el mundo no se cocina en sus redacciones, que la vida dobla en otra esquina?.
¿Cómo no creer que hablar de ellos es darle una victoria?.
¿Cómo no creer que el solo hecho de mencionar su nombre es ceder ante “su realidad" que me nombra?.