
Trillada, supertrillada, la frase de John Lennon siempre vuelve: “la vida es eso que pasa mientras uno está ocupado en otras cosas”. Pero John Lennon murió a mano (o a rifle, mejor dicho) de un loco y yo, en lugar de salir a salvar pingüinos empetrolados (que nada tienen que ver con los que están en la casa Rosada después del voto de Cobos), alimentar chicos en África o subirme a un bote para impedir que un barco japonés mate ballenas (siempre en las noticias este tipo de barcos son japoneses y yo no tengo por qué dudar de la santa madre televisión), me siento escribir algunas líneas.
No me parecen mal estas mega-causas para salvar al mundo, al ser humano y a los animales, pero como dice Homero Simpson, “sólo soy un hombre”. Yo creo que lo único que le puedo aportar al mundo es una visión lúcida sobre cómo la ideología gorila imperante en algunos mensajes que se divulgan como mero sentido común han afectado enormemente a nuestra sociedad.
“¿No te propones nada, culeau?”, dirá algún cordobés que se cuela por estas líneas entre fernet y fernet un miércoles a las 3 de la tarde en la docta, poniendo en duda las posibilidades de lograr dicha empresa y acusando de soberbio al autor de este post.
Pero usted, estimado hiperlector (o ciberlector, como prefiera llamarse) verá que mi pretensión es mucho más llana y simple que las que se arrogan muchos de nuestros contemporáneos. Describirlas sería tema para otro post, pero alcanza con poner como ejemplo el Centro de Estudiantes de la Facultad donde estudié, que se proponía en sus plataformas electorales cambiar las relaciones de producción en la economía global, al tiempo que era totalmente ineficaz para hacer funcionar como Dios manda la fotocopiadora (Tercer mandamiento de la Santa Biblia: harás funcionar bien la fotocopiadora de la facultad).
Volviendo a lo que nos convoca, cabe recordar que hace algunas semanas vimos que la farolera fue una de las artífices de los golpes de Estado en nuestro país.
Hoy, nos vamos a meter con otra canción supuestamente infantil. Se trata de Mambrú.
Se preguntará usted qué tiene que ver Mambrú con el derrocamiento de Perón y yo le digo que mucho, más de lo que imagina.
Ésta es una canción donde la oligarquía de nuestro país, ligada a intereses espurios, puso todo su arsenal para llevar mensajes subliminales a nuestra sociedad y así encontrar facilidades para derrocar al peronismo allá por la década del 50.
Veamos estrofa por estrofa y corroboremos lo dicho:
Mambrú se fue a la guerra.
¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá.
En realidad, Mambrú no se fue a ninguna guerra. Mambrú viajó al extranjero para conseguir financiamiento para derribar al General, con pasaporte falso y muy buenos contactos.
¿Vendrá para la Pascua?
¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!
¿Vendrá para la Pascua
o por la Trinidad?
En esta estrofa, queda al descubierto la conexión eclesiástica en el frente que se armó para el derrocamiento del líder natural de los argentinos. Es más, hay quienes afirman que entre los financistas que Mambrú fue a buscar al extranjero, había hombres ligados al clero, pero este dato aún no ha podido ser confirmado.
Por allí viene un paje,
¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!
Por allí viene un paje.
¿Qué noticias traerá?
Aquí aparece otro de los factores de poder que conspiraron contra nuestro General: la prensa. Si señores, ese paje es en realidad la metáfora viva del golpismo representado por los medios de comunicación, a los que el Gran Padre Eterno les limitó sus negocios mediante el control del papel de los diarios por medio de Papel Prensa.
Mambrú ha muerto en guerra.
¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!
Mambrú ha muerto en guerra,y yo le fui a enterrar.
Ah, ah, ah, ah, ah, ah!
¡Y yo le fui a enterrar!
Con cuatro oficiales.
¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!
Con cuatro oficialesy un cura sacristán.
Mambrú no ha muerto ni un carajo. Mambrú entró al país como clandestino y se subió a un avión para bombardear la plaza, obligando al General a dejar su puesto como presidente y así, buscar la pacificación de la Nación. El detalle de los cuatro oficiales y el cura Sacristán no merece comentarios, es bastante transparente.
Encima de la tumba,¡qué dolor, qué dolor, qué pena!Encima de la tumbalos pajaritos van,¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!Los pajaritos van,cantando el pío, pío,¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!Cantando el pío, píoel pío, pío, pa.
Cuatro pajaritos. Cuánta ternura!. En realidad los cuatro pajaritos son los que fueron a pagar a Mambrú por los favores prestados (y a instalarle una parrillada en Madrid para que viva tranquilo y no despierte la perdiz volviendo a Argentina) y el canto (pío, pío, pa) es en realidad la síntesis de la algarabía y el reflejo de los intereses de clase de la derecha argentina, que sin Perón en el gobierno recupera sus privilegios históricos.
Por ende, pido que Mambrú sea declarado traidor a la patria.