
Señores y Señoras, no vamos a hacernos los distraídos. No sirve de nada mirar para otro lado cuando sobre el horizonte pinta lo evidente. Todos sabemos (y no me importa que me acusen de hacer generalizaciones arriesgadas) que las editoriales y los suplementos culturales de los mass media son una fantochoda publicitaria (y no hay aquí ninguna alusión a los alfajores fantoche, que merecen mi más amplio respeto por años de ser fieles a sí mismos, con una combinación justa entre sabor y precio), el autobombo permanente de sus obras, de sus premios literarios y sus autores noveles con sus 10 minutos de fama.
Ejemplos abundan. Están en las páginas de diarios de izquierda, centro y derecha, porque al fin y al cabo, los medios son empresas periodísticas y lo que los mueven son los negocios. Con olor a izquierda o a derecha, Business are Business, aunque de literatura se trate.
Ejemplos abundan. Están en las páginas de diarios de izquierda, centro y derecha, porque al fin y al cabo, los medios son empresas periodísticas y lo que los mueven son los negocios. Con olor a izquierda o a derecha, Business are Business, aunque de literatura se trate.
Imaginemos. El novel escritor en cuestión nació en Vicente López, pero su seudónimo es Truman Camote. Su literatura es, lisa y llanamente, una porquería (su nombre no permitiría pensar otra cosa). Pero su editorial (llamémosla con el nombre de fantasía “Alpargatas No”), consustanciada en el arte de comprar novelas basura, se empeña en poner a su escritorcito en el number one del ranking de libros más vendidos.
Entonces empieza una campaña a fuerza de guita. Pone publicidades en todos los suplementos culturales y después, desinteresadamente, algún crítico literario realiza una crítica neutra y objetiva de la obra.
Podríamos encontrar, por ejemplo, quien le dedique párrafos como el siguiente:
“Truman Camote es una brisa de aire fresco en la acartonada literatura argentina. Cuando todo ya parecía inventado, cuando la sorpresa había quedado enterrada debajo de los escombros del mercantilismo editorial, este joven autor encontró intersticios entre la pesada herencia cultural de los pilares históricos de nuestra literatura y la desfachatez propia de los escritores hijos del paradigma hipertextual. La literatura representa el orden de lo simbólico, el capital cultural, el goce por el goce mismo; las batatas, en cambio, connotan lo más burdo de lo terrenal, el sentido común, lo que está frente a nosotros todos los días en una sucia verdulería de Constitución y a la cual no prestamos ningún tipo de atención. Por ello, hoy estamos ante un hecho inaugural en la literatura argentina y eso lo pudo lograr solamente este autor, la joven promesa de nuestras letras. Sí, porque sólo Truman Camote pudo unir la literatura y las batatas, a Borges y el quintero boliviano que todos los días trabaja de sol a sol para dar vida a los frutos del huerto de otros. Él, sólo él, pudo tender un puente entre la suprema abstracción de las letras con la materia que vive en el cansino transitar de lo cotidiano. Esto hace que en esta reseña afirmemos, sin temor a equivocarnos, que Truman Camote es el pilar fundacional de una nueva corriente, él es el máximo exponente de la literatura batata”.
Lo imagino y me da risa, pero al mismo tiempo me da arcadas. Lo dibujan con tanto palabrerío, cuando el objetivo es uno solo: vendernos ese libro de mierda de un escritor ignoto que dentro de un año estará nuevamente en el lugar que corresponde: donde habita el olvido (Sabina Dixit).
Ah, me olvidaba de contarles!. Yo ya pasé por la librería a comprar el libro de Truman Camote. Al fin de cuentas, uno no puede dejar de leer al rey de la literatura batata.
2 comentarios:
congratulations dear odín! me arrancó una carcajada matutina! cómo recuerdo al negro fontanarrosa y sus sabios consejos sobre la herencia cultural de los escritores!
a mi lo que me arrancó fue una arcada, muerte a Odín, viva Camote
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